Imagen de la casa Grand Bourg de principios del siglo XIX. Foto: Comunidad contemplativa de Notre-Dame de Sion |
Los fundadores del Instituto, dos devotos de San Martín
El abogado e historiador José Pacífico Otero fue un apasionado de la figura del General San Martín. Su devoción lo llevó a recorrer el mundo entero tras las pistas de cartas, documentos, objetos e historias relacionadas al Libertador. El fruto de esta labor fue compilado en su voluminosa obra “Historia del Libertador Don José de San Martín”.
Su anhelo era que tanto las hazañas militares de San Martín como sus ejemplos de vida fuera del campo de combate se esparcieran como polvo por cada rincón del país. No estaba solo en esa tarea, su mujer, Manuela Stegmann, encaró a la par la hazaña de convencer a amigos, diplomáticos y políticos, sobre la importancia de impulsar un estudio sistemático y documentado ligado al Libertador que tuviera eco en todos los sectores sociales.
José Pacífico Otero y Manuela Stegmann |
“Otero no deseaba que las investigaciones murieran en los anaqueles polvorientos de una biblioteca, su objetivo requería mucho más que un escritorio y paciencia: necesitaba de continuidad. Por ello, nada mejor que crear un círculo de estudiosos que perdurara en el tiempo y que se ramificara en alcance y obra”, cuenta Viviana Kühne, investigadora del Instituto Nacional Sanmartiniano, en su artículo "El germen del Gran Bourg".
En las vísperas de sus 60 años y con la tozudez de un abuelo, el 5 de abril de 1933, se firmó el acta de creación del Instituto Sanmartiniano bajo la figura de asociación civil. La elección de la fecha no fue adrede, sino en consonancia con el 117 aniversario de la batalla de Maipú, una de las emblemáticas encabezadas por el San Martín donde junto su ejército y el General O'higgins, lograron recuperar la independencia de Chile.
El Instituto comienza a funcionar en la sede del Círculo Militar ubicado en la calle Florida 770. Otero disfrutó de presidir el Instituto durante cuatro años hasta su fallecimiento en mayo de 1937. Manuela Stegmann de Otero, como desde el primer día, continuó trabajando e invirtió todos sus ahorros para construir una gran casa que albergue una biblioteca, un museo y que oficie de sede del Instituto. En 1941 manda a construir un edificio un tercio más grande que la residencia francesa de Grand Bourg, donde San Martin pasó parte de su retiro, entre 1834 y 1848.
Instituto Nacional Sanmartiniano en la actualidad |
La entonces Municipalidad de la Ciudad Buenos Aires donó un terreno en la zona que en la actualidad se conoce como "Palermo Chico" y el arquitecto Julio Salas inicio la obra. La casa se inauguró formalmente en agosto de 1946 y bajo la órbita del Estado Nacional. Se creaba, de esta manera, al “decano de los Institutos Nacionales de investigación y divulgación histórica”, el primero de una serie de institutos, creados con propósitos semejantes, que tiene nuestro país.
El presidente Juan Domingo Perón durante la inauguración del Instituto Nacional Sanmartiniano |
La casa de Gran Bourg, el exilio del Libertador
Luego de su exilio en Bruselas y frustrados sus planes de regresar a Mendoza, San Martín empobrecido acude a su fiel amigo de armas: Alejandro Aguado, convertido en un acaudalado banquero e intendente de la comuna de Evry, a 7km de París, donde se ubicaba el predio de Grand-Bourg.
La situación económica de San Martín era crítica debido a que los gobiernos de Argentina, Chile y Perú habían dejado de pagarle su pensión militar y solo subsistía gracias al demorado alquiler de sus fincas en Mendoza y Buenos Aires.
“Me puso a cubierto de la indigencia. A él debo, no solo mi existencia, sino el no haber muerto en un hospital” escribe el Libertador en reconocimiento al noble auxilio de su amigo.
En abril de 1834, el Libertador logra comprar la residencia de Grand-Bourg donde se muda junto a su hija Mercedes, su yerno Mariano Balcarce y sus dos pequeñas nietas: María Mercedes y Josefa.
La casa, rodeada por un jardín, contaba con cinco habitaciones en el primer piso y otras tres en el segundo, disponibles para alojar a toda la familia y a las eventuales visitas. Como cualquier mortal, San Martín pasaba el tiempo disfrutando de sus nietas, fumando tabaco en pipa, dedicándose a la huerta y a la carpintería. Salía a cabalgar, jugaba con su perro Choco y cosía a mano -como en el ejército- su propia ropa.
El Libertador dedicaba considerable tiempo a ordenar sus papeles con la intención de facilitárselos a quien quisiera afrontar la responsabilidad de escribir sobre la Campaña Libertadora y, por qué no, acaso sobre su propia vida. También lo motivaba escribir cartas a amigos, donde conversaba sobre su vida cotidiana y analizaba la situación política de los países americanos. Gracias a esas cartas y a las visitas que tras el encuentro relataron lo vivido, podemos conocer un San Martín más cercano a lo humano que al bronce.
“Paso en mi pequeña casa de campo ocho o nueve meses del año. Toda mi distracción está reducida a mi pequeña familia, la que con sus esmeros por mí y por su buena conducta hace mi vejez muy feliz", contaba San Martín en una carta a Pedro Molina, en 1837.
Florencio Balcarce, cuñado de Mercedes, estudiaba en París y le escribía al resto de su familia en Buenos Aires, sobre las visitas a la casa de su hermano en Gran Bourg:
"Tengo el placer de ver la familia un domingo sí y otro no. Iría todas las semanas si los buques de vapor estuvieran del todo establecidos. El general goza a más no poder de esa vida solitaria y tranquila que tanto ambiciona. Mercedes se pasa la vida lidiando con las chiquitas que están cada vez más traviesas. Pepa sobre todo, anda por todas partes levantando una pierna para hacer lo que llama volatín; pero entiende muy bien el español y el francés. Merceditas está en la grande empresa de volver a aprender el a-b-c que tenía olvidado; pero el general siempre repite la observación de que no la ha visto un segundo quieto”
Florencio Varela también dejó testimonio de su visita: "San Martín vive con su hija única, madre de dos preciosas niñitas. Toda esa familia ama y venera al viejo campeón de la Independencia y aquella casa es un modelo de felicidad y moral doméstica.”
"Una hermosa acacia blanca da sombra al patio de la habitación. El terreno que forma el resto de la posesión está cultivado con esmero y gusto exquisito: no hay un punto en que no se alce una planta estimable o un árbol frutal. Todo el interior de la casa respira orden, conveniencia y buen tono. La digna hija del General San Martín es la que ha sabido dar la distinción doméstica de aquella casa. El General ocupa las habitaciones que miran al norte. He visitado su gabinete, lleno de sencillez y método de un filósofo. Allí, en un ángulo de la habitación, descansa impasible, colgada de un muro, la gloriosa espada que cambió un día la faz de la América Occidental", describió Juan B. Alberdi (en 1837)
En la actualidad, la Casa Grand Bourg es sede del Convento "La Solitude", residencia de las religiosas de la Comunidad contemplativa de Notre-Dame de Sion.
El Instituto hoy
El Instituto Nacional Sanmartiniano se encuentra abocado a la investigación histórica y difusión de la vida, personalidad e ideario del Libertador. Ubicado en Mariscal Castilla 2752, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y cerrado actualmente debido a la cuartentena social obligatoria, el Instituto continúa con sus labores a través de sus medios virtuales.
"El General San Martín y sus hombres supieron, con inteligencia, fervor y patriotismo, administrar los pocos recursos de que disponían para formar un Ejército que llevaría la libertad a medio continente y que fue el garante de nuestra Independencia. La mejor muestra que podemos ofrecer de que el espíritu sanmartiniano se ha encarnado en nosotros es mantener la unión en esta hora difícil para poder superarla", alienta desde sus redes sociales el equipo del Instituto Nacional Sanmartiniano.Fuente: Pedro Luis Barcia "Grand Bourg: "Un acto solemne de la historia"/Carlos Larrosa y Viviana Kühne, investigadores del Instituto Nacional Sanmartiniano