A 120 años de su nacimiento compartimos algunas de sus
creaciones: medias irrompibles, un medidor de estrellas fugaces y una
tintorería para perros.
Mientras se hacía famoso por sus Aguafuertes porteñas, publicadas en el diario El Mundo (1928 y 1933), o durante publicación de sus famosas novelas que El juguete rabioso (1926), Los siete locos (1929) Los lanzallamas (1931); ni siquiera en su etapa de dramaturgo, adaptando y creando las obras 300 millones, Saverio, el cruel, El fabricante de fantasmas, La isla desierta, La fiesta del hierro, El desierto en la ciudad, Roberto Arlt pudo dejar de inventar.
SUS CREACIONES MÁS EMBLEMÁTICAS
Su creación más reconocida fue la que patentó en 1934 como Sistema de Galvanización de Medias. Su idea era conquistar el mercado femenino con la creación de medias que durasen años sin rasgarse. Junto con el actor Pascual Naccaratti instaló un laboratorio en Lanús donde probó diversos tipos de goma líquida y látex sobre piernas de maniquíes. Crearon la sociedad ARNA (Arlt +Naccaratti) y con el dinero obtenido construirían un teatro. En ese entonces, Arlt ya había comenzado a escribir obras para Leónidas Barletta, director del Teatro del Pueblo, y confiaba en que, produciendo sus propias obras en su propio teatro, ganaría lo suficiente como para dejar sus obligaciones como periodista.
Con la misma imaginación que inventaba a sus personajes, sus personajes y él crearon los más diversos objetos para hacer la vida cotidiana más fantástica
Junto a Silvio Astier, ese locoide con mezclas de pillo, crearon el señalador automático de estrellas fugaces, que funcionaba gracias a que células de selenio conectado a un electroimán podía detectar la presencia de las estrellas fugaces cuando su luminosidad es captada por un lente. Ese mismo año, también nació la idea de elaborar una máquina que escribiese, con caracteres de imprenta, a medida que una persona le dictaba. Esa creación vio la luz años más tarde. Arlt nunca patentó la invención.
Los inventos de la mano del experto Augusto Remo Erdosain, fueron en la misma línea: la apertura de una tintorería para perros, metalizar los puños de las camisas, lanzar al mercado un matasellos fechador y una máquina para prensar ladrillos se suman a la lista. La invención de transformar las rosas en rosas de cobre, con sus tallos de alambre y sus finos pétalos metalizados, estuvo muy cerca de ser patentado por la Electric Company. Además le sirvió a Erdosain como pretexto en sus intentos de conquistar mujeres, como a Doña Ignacia.
"-¡Qué bonita flor! Pero, ¿cómo se le ocurrió esa idea?
-Hace mucho tiempo que estudio el invento. Yo soy inventor, así como usted me ve. Posiblemente nadie me supere en genio en este país. Estoy predestinado a ser inventor, señora. Y algún día, cuando yo me haya muerto, la vendrán a ver a usted y le dirán: «Pero, díganos, señora, ¿cómo era ese mozo?». No le extrañe a usted que salga pronto mi retrato en los diarios. Pero siéntese, señora. Estoy muy contento.
-¡Bendito sea Dios! ¡Como para no estarlo! Ya me decía el corazón cuando lo vi a usted la primera vez que usted era un hombre raro.
-Y si supiera usted los inventos que estudio ahora, se caería de espaldas. Esta plata que tengo aquí no es toda, sino una parte que me han dado a cuenta... Cuando la rosa de cobre se venda en Buenos Aires me pagarán cinco mil pesos más. La Electric Company, señora. Esos norteamericanos son plata en mano... Pero, hablando de todo un poco, señora, ¿qué le parece si me casara ahora que tengo dinero?... Yo, señora, necesito una mujercita joven... briosa... Estoy harto de dormir solo. ¿Qué le parece?".
Otra de sus búsquedas persistentes fue la de conseguir inversores para la creación del primer sanatorio monumental para tuberculosos. Lo que motivó a Arlt a tal creación fue encontrar cura para la enfermedad de Carmen Antinucci, su primera esposa. Fracasó en la tarea, sin embargo, nuevas ideas lo iluminaron y sus búsquedas comenzaron una y otra vez, tal como cuando quiso descubrir los componentes de la laguna de oro y recurrió a su amigo, el químico y escritor Eduardo González Lanuza, quien recuerda:
“Él estaba en plena gestación de Los siete locos. Con su peculiarísima dicción me dijo lo que lo tenía soliviantado: era la descripción de la laguna de aguas doradas descubierta por el Buscador de Oro.
-Es que tenía oro ¿sabes? -pronunciaba 'oro'- Oro coloidal, vos que entendéis de estas cosas… Expuse mis vehementes dudas sobre tal existencia, y le informé que el oro coloidal en los laboratorios se llamaba púrpura de Cassius por su color rojizo. Acrecentó su entusiasmo: pero che, Sos formidable! ¿Te das cuenta? -como si yo fuera Cassius y hubiera inventado la púrpura de su nombre-. Una lengua de sangre el oro y la sangre!... Sobre el tema bordó una de sus improvisaciones genialmente divagatorias. 'El oro está, pero hay que buscarlo', declaró cínicamente”.
Sus inventos no funcionaron cómo anhelaba y le provocaron frustración además de ocasionarle pérdidas económicas y toda serie de accidentes domésticos. Sin embargo, hasta sus últimos días la confianza en su inventiva siguió intacta.
En 1942, meses antes de su joven y repentina muerte, le escribe a su hija Mirta.
"Te mando aquí un pedazo arrancado de una media tratada con mi procedimiento. Te darás cuenta que sacándole el brillo a la goma (me van a entregar ahora una goma sin brillo ni tacto como el que tiene ésta) el asunto es perfecto. Tendrán que usar mis medias o andar sin medias en invierno. No hay disyuntiva... Todos los días trabajo en esto para ponerlo a punto industrialmente y ya faltan muy pocos detalles”.
Realidad o ficción, con la compañía de Erdosain, de Silvio Astier o Pascual Naccaratti, Roberto Arlt soñó con inventar, e inventó.