Por Agustín Ochoa Ortega. El síndrome del nido vacío es una realidad emocional que atraviesan muchos padres al ver a sus hijos emprender vuelo. Esa sensación de vacío, de nostalgia, a veces de tristeza profunda, es una respuesta natural a un cambio significativo en la dinámica familiar. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando este síndrome se convierte en un abismo, en un punto de quiebre que afecta la salud mental? La obra de teatro "La Madre" se sumerge en esta problemática, ofreciendo una mirada cruda y conmovedora sobre las consecuencias del nido vacío desde la perspectiva de una madre.
En este marco, el prestigioso Teatro Municipal Roma de Avellaneda se vistió de gala para recibir a la aclamada actriz Cecilia Roth, quien regresó a los escenarios para protagonizar "La Madre". Su interpretación fue, sencillamente, hipnótica. Roth logró conectar con el público de una manera profunda, transmitiendo la vulnerabilidad, el dolor y la desesperación de su personaje con una maestría que solo una artista de su calibre puede alcanzar.
En una entrevista concedida a "A SUBIRSE A LAS TABLAS", Cecilia Roth desentrañó la esencia de su personaje: "La obra viene a mostrar a una mujer que construyó muy poco de ella misma, que pasó toda su vida en su familia, sobre todo en su hijo varón y marido dejando de lado a su hija mujer". Esta declaración revela el núcleo del conflicto: una mujer que ha relegado sus propias aspiraciones, sueños e identidad en pos del bienestar de su familia. Al desaparecer el objeto central de su atención (sus hijos), se enfrenta a un vacío existencial que la desestabiliza por completo.
"La Madre" se presenta, entonces, como una historia atrapante y profundamente conmovedora que cuestiona los límites de la soledad, la vacuidad emocional, y la propia cordura. A partir de la puesta en escena, se plantean una serie de interrogantes inquietantes que invitan a la reflexión: ¿Puede una madre amar demasiado, hasta el punto de perderse a sí misma en el proceso? ¿Existen límites para ese amor incondicional que se le atribuye a la maternidad? ¿Qué ocurre cuando un hijo crece, inevitablemente, y se va del hogar familiar para construir su propia vida? Anne ha construido una vida que gira exclusivamente alrededor de su hijo Nicolás y, ahora que él se ha ido, debe enfrentarse a la dolorosa realidad de la pérdida, a la desolación del nido vacío, y a la ardua tarea de redefinir su vínculo con su marido. ¿Ha vivido realmente para sí misma o, en cambio, ha sacrificado su propia felicidad en aras de complacer a los demás? ¿Ha valido la pena semejante sacrificio? ¿Existe algún sentido, alguna razón para seguir adelante con lo que queda de su vida?
En palabras de la propia Cecilia Roth: "El hijo se va, el marido no le da bola. Y ella inventa en su cabeza absolutamente disparatada por esa ausencia de sí misma. Esa ausencia que siente de sí misma dentro de ella situaciones y escenas y momentos que los mira desde un lugar, desde su propio imaginario. Y no termina muy bien. se pasa toda la obra tomando pastillas y alcohol. Con lo cual el final la pone de frente a la situación de la realidad que está viviendo: que tiene que armarse sola y no hay manera de construirse uno mismo si depende de tantas muletas". Esta reflexión final subraya la importancia de la autoconstrucción y la independencia emocional como herramientas fundamentales para afrontar los desafíos de la vida, especialmente cuando el nido se vacía y nos enfrentamos a la necesidad de redefinir nuestro propósito y nuestra identidad.
En otro tramo de la conversación, Cecilia Roth ofreció una reflexión profunda sobre el rol de las madres, describiéndolas como la "eternidad" y resaltando la importancia de la relación materno-filial en la construcción de la identidad individual: "uno sigue reflexionando su propia vida en relación también a la relación que tuvo con su madre en cuanto a las cosas buenas y las que no fueron tan buenas". "Las dificultades en la relación madre e hijos están llenas de complejidades, pero hay que afrontarlas para amar y dejar que te aman. Uno aprende a amar con la madre", subrayó Roth. Al tiempo que recordó con mucho cariño y emoción a su mamá, quien partió hace cuatro años: "Su presencia es permanente y que está incorporada en mi cuerpo", confesó. Estas palabras revelan la influencia perdurable de la figura materna en nuestras vidas, un legado que nos acompaña a lo largo de nuestro camino.
Para concluir, Roth elogió al Teatro Municipal Roma de Avellaneda, destacando su belleza y la calidez del público: "Fue maravilloso. La gente, el teatro. El teatro es hermoso. Tiene muy buen sonido, tiene muy buenas luces para usar. El escenario es hermoso. Y estar en Avellaneda me gusta mucho. Me gusta mucho", expresó, para luego afirmar que Avellaneda es una ciudad "muy teatrera" argumentando que "lo confirma la cantidad de gente que había el otro día, que estaba lleno. Sold out total". Este reconocimiento subraya la importancia de los espacios culturales como lugares de encuentro y reflexión, donde el arte puede servir como espejo para nuestras propias vidas, invitándonos a explorar las complejidades de la condición humana. "La Madre", en este sentido, se erige como una obra necesaria, un llamado a la introspección y a la búsqueda de una identidad propia, más allá de los roles que nos impone la sociedad.