“La Reina de la Belleza” es una historia con un texto intenso y violento, en que se cuenta la relación de una madre y su hija en Leenane, un pueblo irlandés en la comarca de Connemara, al que no ha llegado aún la globalización. Maureen ha dedicado veinte años de su vida al cuidado de su madre Madge, pero el encierro obligado por esos cuidados, han terminado por establecer un rencor frío e implacables contra la anciana. Sin embargo, este conflicto seco y brutal, se complica con la llegada de Pato y Ray, dos hermanos que cargan con una vida de problemas. La eclosión de estos cuatro personajes, da la posibilidad de McDonagh de escribir una obra feroz e irreverente.
A SUBIRSE A LAS TABLAS dialogó en exclusiva con el director de “La Reina de la Belleza”, Oscar Barney Finn:
A 20 años de la primera puesta de “La Reina de la Belleza”: ¿Qué expectativas tenes para esta segunda puesta?
Indudablemente era un desafío después de veinte años de tomar una obra, sobre todo porque la obra de Martín McDonagh, quien tenía en ese momento 26 años, había generado muchas expectativas, llegó a Broadway y fue premiada. Yo en ese entonces tenía una relación con Irlanda siempre bastante directa por una cuestión familiar, pero no tenía visto algunos puntos importantes de la identidad, los lugares, de las cosas que durante veinte años yo los he tenido, por lo tanto la mirada es más profunda, tiene mucho más que ver con esa sociedad irlandesa que ha ido cambiado tanto desde los 80’ hasta ahora, sobre todo a partir del nuevo milenio, es decir, son grandes los cambios en esa sociedad. Y la obra refleja indudablemente a través de ese núcleo familiar, que es esa madre, esa hija y esos amigos que rondan la casa, trae mucho de esa sociedad y de los comportamientos nuevos, que indudablemente ha habido con Martín McDonagh y muchos autores más, que han cambiado mucho la mirada y las temáticas del teatro irlandés por más que en el fondo uno sigue teniendo algunos resabios de aquellas viejas obras que conocemos de hace tanto tiempo porque estos autores cambian el lenguaje, tienen otras miradas, es una mirada un poco más violenta, cruda, realista sobre la familia, sociedad, religión, el mundo económico que han transformado también en los 80’ a Irlanda.
Entonces, cuando yo la hago en el año 96 en el Teatro Ateneo con Leonor Manso, Alejandro Awada, Aída Luz era una obra que yo tomé con toda su intensidad, pero no con la conciencia y la intensidad que hoy tenemos en está puesta. Además, yo creo que cambia mucho las cosas cuando son en distintos espacios, una cosa era un teatro tradicional con un determinado elenco, un determinado escenario como era el Teatro Ateneo en el año 99’, que es cuando lo hicimos; y otra cosa es este teatro off, que es la sala “El Tinglado”, indudablemente esa cercanía de la historia, de esta familia desde el escenario a esa platea es mucho más intensa, la gente se compromete, se expresa, participa mucho más y esto es algo que en el 99’ no se tenía hoy en el 2020, o sea, la sociedad ha cambiado mucho, las apreciaciones y las lecturas que se hace sobre las obras.
¿Cómo el volver a un texto después de veinte años?
Yo soy bastante lector. Yo he seguido bastante a Martín McDonagh. Yo le había comprado otra obra que se llama “The Cripple of Inishmaan”, que era una obra muy atractiva. Yo la compré en el mismo momento que compré “La Reina de la Belleza”, pero como “La Reina de la Belleza” no fue éxito económico no funcionó bien, eso lo producía Carlos Rottenberg en ese momento, y no pudimos estar mucho tiempo ni sacarle mucho partido. Pero indudablemente Martín McDonagh no era tan conocido en aquel entonces, hoy Martín McDonagh es más conocido. Hace cinco años Pablo Echarri hizo una obra que se llama “El Hombre Almohada”, era una interesantísima propuesta también de Martín McDonagh. Y lo que ocurre es que en estos últimos años se ha dedicado más al cine, por eso es que ha ganado el Oscar por ese libro tan interesante que fue “Tres Carteles para un Asesinato”. Indudablemente McDonagh se dedicó más al cine que al teatro últimamente. Pero él ha hecho una trilogía de obras, la trilogía de “Connemara”, la otra la trilogía de “Inishmaan”, que son zonas muy interesantes de Irlanda que él conoció desde chico cuando veraneaba con sus tíos, y les copió de alguna manera el hablar, el lenguaje, dado que también en “La Reina de la Belleza” se observa un lenguaje que no es un lenguaje muy tradicional. Todo esto yo creo que yo sigo teniendo una relación muy intensa con Irlanda. Hay obras que estoy leyendo en este momento para encarar en el futuro. Es parte de mis raíces, por lo tanto no son cosas dormidas sino que son cosas que están continuamente vivas. Además, volví con la misma traducción porque esta traducción era de Federico Gonzáles del Pino y Fernando Masllorens; yo con ellos hice la producción de aquella obra, ahora volví a utilizar el mismo texto y diría que el mismo libro con el que trabaje en aquel entonces. Lo que pasa es que más que uno avanza, más le vas encontrando cosas a una obra, le va encontrando también mayores síntesis, pero todo esto hace a lo que yo creo el proceso de una obra de teatro.
¿Qué fue lo que más lo cautivo cuando vio por primera vez la obra?
De alguna manera me cautivo la relación de esa madre con esa hija. Me parecieron fuera de serie. Me pareció que era distinto el lenguaje, entonces creí que se podía hacer con eso algo muy interesante. La verdad es que cuando yo la compré la obra yo iba con la idea de hacerla con Elena Tasisto. Yo con Elena Tasisto había hecho una obra muy importante que se llama “Vita y Virginia”, la hice con Leonor Benedetto y Elena Tasisto. Eso me dio el envión como para decir quiero hacerlo esto con Elena. Y Elena, que tenía a su mamá muy grande en ese momento y la tuvo que poner al cuidado de personas, sufría un proceso, que no la hizo muy agradable que sumergirse en esta obra, con esta temática que tenía, y ahí yo perdí la posibilidad de hacerla con quien yo había pensado en un principio. También me acuerdo que Rottenberg, que en ese quería que “China” Zorrilla fuera esa madre; ustedes imagínense si yo lo hubiese hecho con “China” Zorrilla, excelente actriz y gran amiga, el camino hubiese sido otro porque la personalidad de Zorrilla hubiera estado por encima de eso. Ahora haberla hecho y aceptado ese desafío Aida Luz fue estupendo, pero hoy en manos de Marta Lubus, con quien estamos haciendo “El Diccionario” porque todavía está en cartel, es una gran actriz, a mí me gustó jugarme en “El Diccionario”, y que cuando pensé en esta obra, la pensé por la posibilidad de hacerla con Marta Lubus y no me arrepiento en absoluto. En los dos casos ha sido muy reconocida Marta por la crítica con premios y cosas por el estilo, pero ella es gran persona y es una gran actriz. Esto hace que hoy también sigamos pensando, quizás para el futuro, en el algún otro título para hacer con Marta. Con esto ¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo que a veces cuando uno monta una obra confluye muchos intereses, concluyen cuestiones temáticas, cuestiones de producción, lugares, los actores, y con todo se llega a formar un equipo, y hoy yo creo que este equipo está muy consolidado, lo que también creo que los actores no están solos componiendo sus personajes sino que hay un ida y vuelta, por lo tanto siempre son muy importante los interlocutores, que tienen un personaje.
Cuando yo la hice con Aida Luz, estaba Leonor Manso, y ahora que la estoy haciendo con Marta Lubus, está Cecilia Chiarandini que hace realmente una creación que tiene una entrega total que no había hecho antes papeles de este compromiso sobre el escenario, aunque lo ha logrado muy bien. En aquel entonces yo tenía a Awada y a Pablo Rago, pero hoy tengo a dos personas de otras generaciones, como en el caso de Pablo Mariuzzi y Sebastián Dartayete. Entonces cuando un encuentra todo eso se hace más grato el trabajo, se hace más intenso, y uno desearía siempre seguir trabajando con esos mismos equipos.
Estará todos los viernes a partir de las 20 en el Teatro El Tinglado- Mario Bravo 948, CABA.
SOBRE OSCAR BARNEY FINN
Docente, guionista, productor y director en Cine, Teatro, Televisión y Ópera. En los años ´60, durante su formación, fue becado por los gobiernos de Francia y Estados Unidos. Fue Director de la carrera de Imagen y Sonido de la Universidad de Buenos Aires. Integró el Consejo Asesor del Instituto de Cine y fue Presidente de la Asociación de Directores de Cine (1990-92 y 1994-96). Participó como jurado de los Festivales de Biarritz y Mar del Plata; fue designado Director Artístico del Festival de Mar del Plata en sus ediciones de 1995 y 1996. En el 2001 recibió el premio a la trayectoria del Fondo Nacional de las Artes.
En el año 2016 con motivo de cumplir 50 años de trayectoria, fue homenajeado con los Premios María Guerrero y el Premio Cóndor de Plata; declarado Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad De Buenos Aires y el Museo del Cine organizó un ciclo con sus películas “Oscar Barney Finn: Función Aniversario”.
En teatro realizó la puesta de recordadas obras, entre las que se destacan en los últimos años “Poder absoluto”, “Noches romanas”, “La gata sobre el tejado de zinc caliente”, “El príncipe de Homburg”, la aclamada “El diccionario” (aún en cartel), “Dulce pájaro de juventud” y las recientes tres temporadas de “Juegos de amor y de guerra” . Tras su paso por Chile y EEUU la obra “Poder absoluto” fue galardonada en Nueva York por la crítica especializada con el premio ACE. En 2017 fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.