El secretario de Cultura de la Nación, Leonardo Cifelli, conmemoró la trayectoria artística de Guadalupe Noble y Antonio Mónaco, entregándoles una placa de distinción que resalta su invaluable contribución a la cultura argentina.
Guadalupe Noble y Antonio Mónaco, junto a José María Gómez, Leandro Rosati, Tencha De Sagastizábal, Claudio Ottolini y Oribe Cardozo. |
Durante la ceremonia, llevada a cabo en el Auditorio 513 del Palacio Libertad, Cifelli expresó: “El Teatro del Picadero fue un precursor para su época, un espacio diferente que nació como un refugio de arte diverso y plural. La historia argentina ha tardado en reconocerlo, pero todo llega en su tiempo, así que es un honor para mí ser quien los reconozca por su trayectoria y su aporte a la cultura de nuestro país”.
La ceremonia destacó la relevancia del Teatro del Picadero, que hace 44 años, se erigió como un baluarte del arte independiente en Argentina. Guadalupe Noble, en un acto de reflexión, leyó su artículo sobre la historia y el nacimiento del teatro, publicado en el Diario Clarín. Para complementar esta mirada historiográfica, se proyectó un corto documental realizado por Gracia Bergesi y Fernando Bergami, junto a un render en 3D realizado por Juan Ignacio Klocker, que rinde homenaje a la memoria y la esencia del Picadero.
Antonio Mónaco, quien formó parte de los fundadores del teatro, compartió sus recuerdos de la inauguración, rememorando un evento que marcó un hito en la escena cultural del país. Mónaco afirmó: “Yo llevo grabada a fuego esta historia por muchas razones; de todas esas razones, algunas son bellísimas, otras son crueles. Me quedo con las bellísimas, que son las que enriquecen”. Sin embargo, no perdió de vista las lecciones que se obtienen del sufrimiento, un reconocimiento profundo del contexto en el que nació el Picadero.
El Teatro del Picadero surgió como respuesta a la necesidad de un espacio teatral no convencional, donde el arte pudiera florecer sin las limitaciones impuestas por el comercio o la normativa oficial. Su sede, una antigua fábrica de bujías en la cortada Rauch, presente hoy como el Pasaje Santos Discépolo, fue elegida por su carácter particular y su potencial para dar vida a un nuevo modo de hacer teatro. Su primera obra, "La otra versión o el jardín de las delicias", inauguró una sala que se podía reconfigurar para satisfacer las exigencias artísticas de las propuestas que albergara.
A lo largo de su breve pero intensa existencia, el Picadero se convirtió en un epicentro cultural que acogió a importantes figuras de la música y el teatro argentino, como Litto Nebbia, Dino Saluzzi, y el cuarteto Zupay, además de notables obras protagonizadas por grandes actores de la escena nacional. Fue un lugar donde, a pesar del riesgo político y social, la creatividad encontró un camino para expresarse con libertad.
La tragedia se presentó en agosto de 1981, cuando un atentado destruyó el teatro, marcando un cierre abrupto a un sueño artístico que había comenzado con tanto ímpetu. Sin embargo, ese mismo ímpetu y la necesidad de seguir creando resultaron en la formación de iniciativas como "Teatro Abierto", que, aunque arriesgado, fue un testimonio de la valentía y la resistencia de los artistas en momentos difíciles.
Este tipo de homenajes, como el ofrecido por el Secretario de Cultura, no solo sirven para reconocer a quienes han dedicado su vida al arte, sino que también son un recordatorio de la importancia de preservar la memoria cultural en un país donde la historia se teje con hilos de resistencia y creatividad. El legado del Teatro del Picadero perdura, y su influencia sigue inspirando a nuevas generaciones de artistas que buscan un espacio para expresar sus visiones y emociones.