Por Agustín Ochoa Ortega. El teatro, en su esencia más pura, es un excelente vehículo para narrar y reflexionar sobre hechos históricos que han marcado a la humanidad. Su capacidad para conectar emocionalmente con el público lo convierte en un espacio idóneo para fomentar la conciencia social y la memoria colectiva.
Sin duda, una de las obras que ha resonado fuertemente en la actualidad es “El cazador y el buen Nazi”, protagonizada por los reconocidos actores Jean Pierre Noher y Ernesto Claudio. Esta pieza no solo ha logrado una gran taquilla, sino que también invita a la reflexión sobre uno de los capítulos más oscuros de la historia: el Holocausto.
La obra se centra en la figura de Simón Wiesenthal, un célebre cazador de nazis que, en mayo de 1975, recibió la inesperada visita de Albert Speer, ex arquitecto y ministro de Armamentos de Adolf Hitler. Este encuentro, aunque ficticio, se convierte en un espacio propicio para discutir el negacionismo y la importancia de recordar la verdad y buscar justicia. Como menciona Jean Pierre Noher, "toda obra es educadora", y en este caso, se trata de un proceso de sanación y memoria que debemos cultivar para las futuras generaciones.
Noher, en una conversación reciente, enfatizó la relevancia de la memoria en relación con el Holocausto y las dictaduras en general. “Todos tenemos desapariciones, historias muy tristes al respecto de la Dictadura. Es crucial trabajar sobre aquellos que intentan negar lo que pasó", reflexionó el actor, subrayando la imperiosa necesidad de afrontar nuestro pasado con honestidad.
Por su parte, Ernesto Claudio amplió esta perspectiva llevándola más allá de las atrocidades del Holocausto, al advertir sobre el resurgimiento de ideologías extremistas en la actualidad. “Todo extremismo es malo, pero, lamentablemente, cada vez hay más derechistas, ultraderechistas y libertarios”, afirmó, poniendo de relieve la importancia de mantener viva la memoria histórica. "Hay que tener memoria, verdad y justicia", insistió Claudio.
La historia personal de Jean Pierre Noher añade una capa de profundidad emotiva a la obra. Sus abuelos fueron víctimas del genocidio en Auschwitz, y su padre logró sobrevivir gracias a la ayuda de un sacerdote que lo sacó de una casa de niños judíos en el sur de Francia. Esta conexión íntima con el Holocausto no solo enriquece su interpretación, sino que también transforma su actuación en un homenaje a su familia y sus raíces.
“No hay duda de que esta obra me acerca a mis orígenes. Estoy representando a un personaje muy parecido a mi viejo en cierto punto. Es una especie de homenaje también”, afirmó Noher, resaltando cómo el teatro tiene el poder de interpelar al actor y al espectador en un mismo nivel.
En conclusión, “El cazador y el buen Nazi” es más que una obra teatral; se convierte en una lección sobre la complicidad, la responsabilidad y la búsqueda de justicia. En un contexto donde los ecos de la historia resuenan con alarmante relevancia, esta pieza nos recuerda que estudiar y reflexionar sobre nuestro pasado es vital para construir un futuro más justo y consciente. El teatro, sin duda, se alza como una herramienta indispensable en este camino hacia la memoria y la verdad.