Por Agustín Ochoa Ortega. El teatro, ese espacio mágico donde las emociones se desbordan y la reflexión se instala en el corazón, ha encontrado en la obra "Pequeños Grandes Momentos" un nuevo exponente de su poder transformador. Presentada en el Teatro Municipal Roma de Avellaneda, esta comedia dramática ha cautivado al público, sumergiéndolo en una introspección conmovedora sobre la condición humana.
La obra nos adentra en las vidas entrelazadas de cuatro personajes que, como cada uno de nosotros, se enfrentan a las grandes preguntas de la existencia. En este viaje, la figura enigmática de "Sugar" emerge como un guía, ofreciendo perspectivas y sabiduría para iluminar el camino hacia las respuestas anheladas.
Ante una sala colmada y un público entregado que premió la función con una ovación de pie, "Pequeños Grandes Momentos", protagonizada por Sabrina Garciarena, Florencia Torrente, Ludovico Di Santo y Guillermo Pfennig, logró establecer una conexión profunda con la audiencia. La propuesta escénica invita a valorar la belleza de lo simple, la riqueza de lo cotidiano y la trascendencia de esos instantes que verdaderamente enriquecen nuestras vidas.
En una conversación exclusiva con A SUBIRSE A LAS TABLAS, Sabrina Garciarena compartió su visión sobre la obra, describiéndola como "un abrazo al público". Con gran entusiasmo, subrayó la capacidad única del teatro para despertar emociones genuinas y recordarnos la importancia de los "pequeños detalles, los momentos con un papá, con una mamá, con un hijo, con tu pareja, con un amigo." La actriz enfatizó cómo la obra nos recuerda esos momentos que, a menudo, dejamos pasar inadvertidos en el torbellino de la rutina, pero que con el tiempo se convierten en recuerdos hermosos, "para bien y para mal".
Garciarena destacó que "Pequeños Grandes Momentos" es una invitación a frenar el ritmo frenético, a disfrutar plenamente del presente, a abrazar con intensidad cada experiencia, a valorar lo que realmente importa y a agradecer por las bendiciones que nos rodean. La obra nos recuerda, con sutileza y profundidad, que debemos estar presentes en esos instantes que, aunque puedan parecer ordinarios a primera vista, tienen el potencial de convertirse en recuerdos imborrables que nutren el alma.
Lo que más conmovió a Garciarena al leer la obra fue la posibilidad de "dejar un mensaje", un valor que la actriz aprecia profundamente del teatro. Ese mensaje, según sus palabras, consiste en "darle un abrazo al público, que somos todos iguales, que a todos nos pasan las mismas cosas". La obra aborda el amor en sus diversas formas: el amor incondicional a una madre, el amor protector como padre, y la importancia crucial de estar atentos a esos "pequeños grandes momentos" que dan sentido a nuestras vidas y nos conectan con nuestra esencia.
Compartiendo un momento íntimo, Garciarena relató uno de esos pequeños grandes momentos de su propia vida: "a mí un pequeño gran momento es cuando hoy llego a mi casa después de trabajar y hoy tuve que trabajar todo el día y estuve dos horas en mi casa a la tarde para poder estar con mis hijos y yo sé que cuando llego lo primero que hago es ir al cuarto de mis hijos, ver que están bien, darles un beso, ver que estén tapados, que no haga frío en el cuarto y para mí esos son momentos, o por ejemplo, hay veces que me acuesto muy tarde de vuelta al teatro y me levanto al alba para llevarlos al colegio y para mí ese momento del viaje hasta el colegio y hablando con ellos es espectacular, las charlas que tengo con ellos son pequeños momentos que yo voy atesorando y que creo que hay momentos que ellos tampoco se van a olvidar." Un testimonio que resuena con la experiencia universal del amor familiar y la búsqueda de la conexión en medio del ajetreo diario.
Reflexionando sobre su trayectoria, la talentosa artista compartió otro gran momento en su vida como actriz: "la obra que más me marcó cuando empecé a hacer teatro comercial sobre todo fue El Violinista, que mira, casualmente estaba con el mismo productor, con Juan, me aguanta desde ese momento".
Y agregó: "Fue una gran experiencia, primero por lo que es la obra en sí, y trabajar con Raúl Lavíe, con todos los que trabajan ahí, son súper talentosos, fue una obra maravillosa que hicimos casi un año y fue una experiencia bárbara. Y a partir de ahí dije, qué suerte que tengo de empezar a hacer teatro comercial. Había hecho otras cosas, pero no tan comercial como El Violinista, porque siempre había estado muy abocada al cine y a la televisión. Y ahí dije, no voy a transar nunca en hacer teatro que no me guste. Entonces, bueno, ahí surge que soy bastante selectiva con el tema del teatro. Y bueno, acá estamos con esta obra que es maravillosa". Una declaración de principios que revela su pasión por el teatro y su compromiso con proyectos que realmente la inspiran.
Garciarena también compartió sus reflexiones sobre los sueños cumplidos, afirmando con entusiasmo: "Sí, y tengo mucho más por cumplir, y muchos la verdad que están empezando a aparecer nuevos. ¿Viste? A veces, sí, van surgiendo a partir de que uno va teniendo experiencias en la vida". Esta visión optimista y proactiva demuestra su constante búsqueda de nuevos desafíos y metas.
Un aspecto particularmente conmovedor de su trayectoria es la realización de un sueño personal ligado a la maternidad. "Siempre, desde que soy muy chica, dije que yo iba a hacer teatro cuando sea mamá, y lo estoy cumpliendo", reveló Garciarena. Para ella, el teatro se ha convertido en un espacio donde puede equilibrar su pasión por el trabajo con su deseo de estar presente en la vida de sus hijos. "Me gusta estar en el día con ellos, y a su vez, no puedo dejar de trabajar porque es mi gran pasión, digamos. Y bueno, acá estoy." Esta dedicación y la capacidad de armonizar diferentes aspectos de su vida son una fuente de inspiración para muchos.